La gran disputa

Editorial
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México, históricamente,  tiene muy poca experiencia de vida democrática y sí una larga tradición de gobiernos autoritarios e incluso de dictadura. Mucho de esta situación se debe a la dificultad que ha existido para construir una sociedad plural y de respeto al libre ejercicio de las ideas; sobre todo, porque en la disputa del poder se ha instituido la práctica política de perseguir, clausurar o aniquilar a la disidencia: eso sucedió en el período de la República Restaurada en donde los liberales salieron triunfantes y persiguieron a quienes no pensaban como ellos; luego, en el porfiriato, la oposición fue perseguida y sacrificada y por último, en el régimen del PRI, solo se podía hacer política dentro y parte de ese partido y la oposición fue relegada de la esfera y del ejercicio del poder.

Los rasgos de una presencia que reclama la construcción de una sociedad plural en México se encuentra en los años 60s y la presencia de este pluralismo asciende en el proceso electoral de 1988, bajo la candidatura del  Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, que abrió la posibilidad de la alternancia política y de la derrota del PRI; misma que se presentó en el año 2000, con Vicente Fox, que supo capitalizar esta corriente social, impulsada principalmente por los sectores académicos e intelectuales del país,  que impulsaban el respeto al pluralismo político dentro de un gobierno autoritario.

Con la derrota del PRI en el año 2000, algunos sectores dejaron de hablar de la transición democrática, pues pensaban que con las elecciones de ese año, y con el gobierno de la alternancia,  se había construido la democracia. Algo irreal, debido a que años después, se identificó que no era suficiente con la derrota del PRI, sino que es necesario transformar la cultura priista que se construyó en ese régimen político y que inunda la práctica política en  los partidos y en la sociedad, al grado tal, que en un discurso en el senado, Beatriz Paredes, burlonamente señaló, que todos llevan un priista dentro. Identificando con ello que el PREI no es un partido político sino una cultura política, que es necesario transformar.

Morena no es un partido nuevo sino que es el viejo PRI. El que hablaba a nombre del pueblo y construyó una política social que posibilitara la movilidad social, pero siempre dentro de ese partido. Cuando el PRI abandonó el discurso de la Revolución mexicana y su relación con el pueblo, surgió el nuevo PRI, el de los cachorros y los junior que abrazaron la política neoliberal y abandonaron la economía mixta y el papel del Estado como el rector de la economía.

Por eso el gobierno autodenominado de la cuarta transformación busca retornar al viejo régimen priista, sin división de poderes, con una concentración de poder en el Ejecutivo, en donde la presidencia de la república se constituye como una monarquía sexenal absoluta, como señaló don Daniel Cosío Villegas.

Por eso el choque y la disputa en el país se da entre un gobierno autoritario y una sociedad que le apuesta al pluralismo político  y no en una disputa entre la transformación y el conservadurismo como malsanamente señala el presidente. Esta disputa se va a recrudecer, debido a que una serie de reformas a leyes aprobadas recientemente por el Congreso van a ser declaradas como inconstitucionales por la Suprema Corte de Justicia, no porque los ministros estén al servicio de la mafia del poder y del conservadurismo como se les acusa desde la presidencia sino por haber sido aprobadas sin la discusión y el acuerdo de las fuerzas políticas a lo que obliga un régimen democrático.