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Los riesgos en el 2018

Editorial
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Lo ideal en el sistema de partidos, que ostentan la representación política de la población, es tener ciudadanos cada vez más informados, educados y participativos, que identifiquen con claridad el rumbo más conveniente para la convivencia social y que privilegie la prioridad del bien común por encima de las pasiones e intereses personales, a la vez de que las personas participen lúcida y reflexivamente en la solución de los problemas públicos que le aquejan a la sociedad.

 

Este ideal está muy lejano en una sociedad tradicional, como la chiapaneca, en la que el 20% de su población mayor de 14 años es analfabeta y el 76% de la población vive en la pobreza y la pobreza extrema; además de que el sistema educativo estatal, a pesar del alto presupuesto que tiene, continúa siendo el más deficiente de las entidades en el país.

Esto significa que los triunfos electorales no son el resultado  de un ejercicio del voto razonado del sector de población más preparado y con mejores condiciones socioeconómicas sino que el ganador lo define el voto del grueso de la población que vive en la miseria. La gran paradoja  en este régimen político, es que los que menos tienen terminan decidiendo con el voto del hambre

El proyecto democrático en el país tiene muchas deficiencias, pero en sociedades tradicionales como la de Chiapas, las deficiencias son aún mayores, debido a la falta de educación y a las condiciones de pobreza de la mayoría de la población. Esto reproduce un modelo de paternalismo en la atención de los grupos vulnerables, que termina inhibiendo y en muchos casos cancelando la libertad de elección en la participación política, al cooptar y reorientar el voto a través de los apoyos y programas sociales, aspecto que clausura las posibilidades de incidir en elecciones libres, que fortalezcan la construcción de un proyecto democrático.

Sin duda, el paternalismo y el autoritarismo son tendencias que le ocasionan daño al fortalecimiento de la democracia; éstos cierran las posibilidades de la participación política y  busca doblegar a los individuos  frente al poder. Esta tendencia desafortunadamente es la que ha prevalecido en el sistema político mexicano, y más en las entidades de mayor pobreza, que ha impedido y dificultado el proceso de construcción de ciudadanía, limitando seriamente las aspiraciones a la vida democrática.

En el país y específicamente en Chiapas, las aspiraciones de un cambio de la sociedad a través de los procesos electorales son inexistentes. Sobre todo porque los partidos políticos dejaron de ser opciones políticas para la población, pero, fundamentalmente, debido a que la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones políticas es prácticamente nula.

Los riesgos que se corren en el proceso electoral del 2018 en Chiapas son altos,  debido a tres factores: al déficit en la calidad de la democracia; a la pobre cultura política que existe en la población y a la debilidad de la figura del gobernador, que cada día que pasa pierde mayor aceptación a su gobierno. Esto significa que los resultados pueden generar una violencia mayor, sobre todo porque son elecciones concurrentes y los conflictos locales se van a articular a los conflictos de la elección federal y viceversa.

En ambos resultados no se puede justificar la violencia, pero tampoco se puede ocultar que en ese tipo de violencia, desafortunadamente está contenida la voz de los que no son escuchados.