En 1976, José López Portillo ganó la presidencia de México siendo candidato único, debido a que la oposición en ese momento no presentó candidato y por lo tanto su triunfo fue indiscutible. López Portillo nombra como secretario de gobernación a Jesús Reyes Heroles, quien urge al presidente de impulsar una reforma política para incorporar al sistema político a nuevos partidos políticos, a lo que sorprendido el presidente le expresa que para qué, si su triunfo fue arrollador y no existió oposición, a lo que el ideólogo del PRI le contestó por eso mismo, si ya no hay oposición los grupos del PRI se van a destrozar entre ellos mismos.
Esta situación es la misma que existe actualmente en el país, ya no hay oposición partidaria, y se corre el riesgo que al interior del partido del poder los grupos se destrocen entre ellos mismos, sobre todo, por la intención de nombrar al hijo del presidente López Obrador como parte de la dirigencia de Morena, con el respaldo absoluto del ahora presidente, quien desde ahora busca crear las condiciones de la sucesión en el año 2030, y mantener su liderazgo moral en Morena, y desde ahí, ejercer contrapesos a la ahora presidenta Claudia Sheinbaum, que no se desliga de López Obrador, pero que tendrá que hacerlo si quiere funcionar como la presidenta del país.
El presidente López Obrador, en su último evento oficial demostró una gran legitimidad, pero esta lectura bien puede compararse con la celebración de los cien años de inicio de la independencia de México, que encabezó en 1910 el General Porfirio Díaz, quien mostró una legitimidad considerable, sin embargo, nadie se imaginó que ese poder mostrado en la celebración de las fiestas patrias se desvanecerá días después con el inicio de la revolución armada, que condujo a su extradición a Francia.
El sistema político mexicano está diseñado para la concentración del poder unipersonal en el presidente: no puede existir un poder extralegal o moral detrás del poder presidencial, ni pueden existir dos figuras que ejerzan un liderazgo compartido, por eso no existe la figura del primer ministro ni la sujeción del presidente a un parlamento, en este caso al Congreso de la Unión; esto fue así en los gobiernos en que el partido del presidente no tuvo la mayoría (1997-2018), mucho menos ahora que la presidenta tiene la mayoría calificada y puede llegar a tener el control de la Suprema Corte.
El sistema político mexicano no cambió en nada, López Obrador y Morena lo que hicieron fue apropiarse de la misma estructura política del régimen del PRI, montarse en ella y subvertirla a su favor. Es decir, reprodujeron el mismo sistema político en el que nacieron y crecieron y por lo tanto reconstruyeron a favor de Morena el único sistema político que conocían. Pero la historia política de México no da muchos y variados ejemplos sobre cómo el poder presidencial se quita los amarres y compromisos del gobierno que le precedió y cada presidente construye su estilo personal de gobernar, como bien lo afirmó el maestro Daniel Cosío Villegas en su libro el Sistema Político Mexicano.
El sistema político mexicano
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