¿A quién creerle y quiénes mienten? Chiapas vive una terrible realidad; vive una guerra entre cárteles y el presidente de la república y el gobernador del Estado, hacen todos lo posible a su alcance para ocultar y negar esta guerra, y juntos han creado el falso discurso de que en Chiapas hay paz y tranquilidad, como lo han afirmado en innumerables ocasiones, incluso en la conferencia mañanera, en la que se insiste en desmentir la grave situación de violencia e inseguridad que hay en Chiapas, en donde los Estados Unidos han emitido cuatro alertas para no visitar lugares de Chiapas, en donde se recrudeció el desplazamiento de personas, debido al reclutamiento forzado que realiza la delincuencia organizada en comunidades de la región fronteriza de la Sierra, en donde la población civil es utilizada para establecer retenes en las carreteras y de escudo humano en los enfrentamientos con el ejército.
En el mapa de conflictos en Chiapas, la violencia está presente en los municipios de la Sierra, en la Región Selva, en los Altos de Chiapas, en la Región de la Frailesca, en Tapachula, y en el corredor Berriozábal-Ocozocoautla-Jiquipilas, en donde existen escenarios de disputa entre los cárteles, por el control del territorio, en condiciones de guerra que no se debe seguir ocultando por parte de las autoridades, sobre todo, por la infiltración que existe en todas las dependencias públicas responsables de garantizar la seguridad por parte de los cárteles, en el que la delincuencia organizada está aprovechando en las comunidades indígenas el discurso de los usos y costumbres y lo pervierte para obtener impunidad, como sucede en Pantelhó, Chenalhó y San Juan Chamula.
Sobre esta guerra entre cárteles surge dos interpretaciones: una realidad que el gobernador Rutilio Escandón ignora y que no quiere mirar, en donde no dimensiona las consecuencias de su indiferencia y la inacción del gobierno y la otra, es la complicidad y participación de las acciones de la delincuencia organizada, en el que se mantiene a funcionarios señalados por sus vínculos con los cárteles, y se continúan recibiendo lo sobornos para proteger el tráfico de personas y de drogas en Chiapas. Sin embargo, son muchos muertos y desaparecidos los que hay que cargarle a esta administración y alguien tiene que ser responsable de esta ausencia de seguridad que hay en la entidad, aunque con frecuencia el gobierno ha publicado boletines en el que se habla de saldo blanco, publicaciones que confirman que el gobernador no asume la responsabilidad de su cargo ni representa los intereses de Chiapas.
En las últimas semanas se ha sabido de operativos realizados por las fuerzas armadas en Tonalá-Arriaga, en la Región de La Frailesca y recientemente en Tapachula, operativos en donde hubo detenciones y donde no fueron informados las autoridades de Chiapas ni la Delegación de la Fiscalía General de la República, lo que denota la desconfianza que hay en los mandos militares a los funcionarios en la entidad, quienes se convirtieron en parte del problema, ocasionado por la guerra entre los cárteles, que conduce al señalamiento de la existencia de un narcogobierno en Chiapas.
¿Por qué hablar de un narcogobierno en Chiapas?
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