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El nuevo gobierno

Editorial
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A unas horas de que concluya el sexenio de López Obrador e inicie un nuevo gobierno en manos de la Dra. Claudia Sheinbaum, existe la conveniencia de reestructurar el sistema político mexicano, que en lugar de transformarse ajustó su maquinaria y se recrudecieron las formas de dominación. Es decir, que el presidente López Obrador aprovechó la estructura creada por el régimen del PRI y la cultura política heredada, para establecer su gobierno bajo un nuevo discurso, que convoca a la transformación, pero en realidad se consumó el gatopardismo de cambiar para seguir igual.

Hay en este momento un discurso de la continuidad, algo que nunca se ha presentado en el sistema político, aún y cuando durante muchos años se habló de los gobiernos de la revolución mexicana, en razón de que cada presidencia ha tenido su estilo personal de gobernar, lo que los hace diferente, aspecto que sin duda se va a presentar en este gobierno que está por iniciar: Claudia Sheinbaum terminará imponiendo su estilo personal y se alejará, con ruptura o sin ella, de las formas y enemistades de López Obrador,  para construir los nuevos rumbos del país y establecer las nuevas prioridades; una de ellas es la de la seguridad, en donde hay un fracaso total del gobierno.

De manera sutil, pero enfática, ya se envió el mensaje de combate a la delincuencia organizada, Esto fue a través de quien ocupará la secretaría de seguridad Omar García Harfuch, en su intervención en el senado, para fijar su posición sobre la Guardia Nacional, previo a su solicitud de licencia. En ese mensaje el futuro secretario señaló la importancia de fortalecer los sistemas de inteligencia –en el que se va a constituir una subsecretaría de inteligencia-, lo que significa que sí habrá combate a la delincuencia, bajo nuevas características de la guerra a los cárteles, en donde no necesariamente la apuesta sea la de continuar con los ríos de sangre y la violencia, pero sí la de poner punto final a la absurda idea de abrazos y no balazos.

La nueva presidenta hereda un país polarizado, en la que además tiene muchas crisis que pueden explotar en cualquier momento; desde un sistema financiero, con problemas de liquidez para continuar con las ocurrencias del obradorismo; una crisis del sistema de impartición de justicia, ocasionado por una reforma que no tiene visos de funcionalidad; una gran parte del territorio nacional bajo control de los cárteles, que han construido una estructura de poder que semeja a un Estado dentro del Estado-nación; y,  una relación conflictiva con los Estado Unidos, en el que no importa quién gane la presidencia de este país, debido a que vendrán decisiones difíciles en materia migratoria y de combate a los cárteles de la drogas.

Sin embargo, el principal problema del nuevo gobierno es la falta de oposición, de la necesidad de un referente político de disputa, lo que implica que la disputa se va a desarrollar al interior del propio partido gobernante, en donde ya existen cabezas que sueñan con las elecciones del 2030, situación que representa la posibilidad de que entre ellos empiece la destrucción.