El actual gobierno está sufriendo una erosión política-social fundamentalmente desde adentro. Sus principales problemas los tiene en su funcionamiento; en la integración del gabinete; en su inmadurez e inexperiencia; en la ineficacia de la gran mayoría de los funcionarios del primer y segundo nivel; en la corrupción cada vez más generalizada; en la ausencia de visión de futuro; en su sistemático funcionar en decisiones ilegales; en su propio desprecio al Estado de derecho; en la permisibilidad a la violencia; en sus dificultades en garantizar la seguridad de las personas.
Chiapas tiene muchos y diversos problemas sociales, algunos de ellos de larga historia, que se articulan con problemas recientes o de mediano plazo, que no han sido debidamente atendidos.
Sin embargo, con todo y los conflictos presentes hoy día en la entidad, las movilizaciones que hay presentan demandas inmediatistas que no reflejan reivindicaciones medianamente elaboradas que conformen luchas a largo plazo que ocasionen una crisis mayor al gobierno.
Las demandas inmediatistas, tienen poca duración aún y cuando regularmente se reciclan y parecieran demandas añejas. Este tipo de movimientos fenecen en el corto plazo y no logran transformarse en movimientos sociales que logran modificar aspectos del mundo instituido y que inclusive producen reformas significativas.
La ausencia en Chiapas de una participación ciudadana reflexiva y crítica y/o de una oposición con mínima congruencia, así como una marcada desconfianza en los grupos sociales hacia alguien que levanta la voz o que realiza cuestionamientos al Estado, ha generado una pobre cultura política y ha propiciado un sectarismo extremo, que dificulta una mejor organización de la protesta social y que esta se convierta en un movimiento social.
Esto hace que diariamente haya muchas acciones de protesta en todo el territorio, pero desafortunadamente se presentan de manera aislada y con pobres resultados.
Frente a esta ola diaria de protestas y conflictos, el gobierno ha asumido una actitud de indiferencia, que termina frustrando y desalentando a la población, en donde se conjuga la ira, la impotencia y finalmente el conformismo generalizado.
Sin duda, los problemas y conflictos en la entidad son mayúsculos, algunos quizá irresolubles, pero el sectarismo y la desconfianza mutua dificultan una cohesión entre ellos. Situación que aunque grave, le permite al gobierno continuar administrando los problemas, como irresponsablemente lo viene haciendo con el movimiento magisterial y con la huelga de hambre de las enfermeras que ya cumplió 20 días de huelga.
Por ello se percibe que las mayores dificultades del gobierno los tiene dentro de su funcionamiento, en la que no hay un equipo de trabajo y en donde los secretarios y subsecretarios se miran unos a otros con recelo sin saber a ciencia cierta qué es lo que se tiene que hacer.
El tiempo ya se agotó para este gobierno. Prácticamente concluyó el quinto año sin resultados positivos y sin visos en que pueda cambiar el comportamiento abúlico de su desempeño. Lo delicado de la situación presente y futura de la entidad, es que aún faltan los meses más difíciles de la gestión gubernamental, que por la contienda electoral del 2018, se prevén los más complicados del sexenio y en Chiapas se mantendrá la indiferencia política sin que se tomen las previsiones básicas necesarias para evitar un mayor daño a las condiciones sociales de la entidad.