Los años perdidos en Chiapas

Editorial
Typography

A 17 meses de que concluya este gobierno, el gobernador Manuel Velasco Coello dejó ir el capital político que había construido, por no realizar a tiempo la evaluación del desempeño de todos sus colaboradores y dejar pasar los días y los meses sin realizar los cambios y ajustes de su gabinete, que permitiera dar respuesta a las necesidades y problemáticas de Chiapas.

 

Desde el inicio del gobierno hubieron muestras claras que el perfil de la mayoría de sus colaboradores, no cumplía con las exigencias y responsabilidades que representa gobernar a Chiapas. En muchos de ellos, no hubo correspondencia entre experiencia, conocimiento y trayectoria  con las funciones y atribuciones de la dependencia. Otros demostraron con sobra, la incompetencia en el desempeño de las responsabilidades asignadas. La mayoría de los funcionarios demostraron soberbia e inmadurez política, lo que les impidió identificar la importancia de la responsabilidad encargada y hay quienes se perdieron en los encantos del presupuesto y decidieron enriquecerse con el uso indebido de los recursos, que servir al bien común.

Esto sin duda, representó un lastre para el proyecto personal de Velasco Coello, quien finalmente tuvo temor de realizar los cambios y ahora poco importa que los realice, en virtud de que difícilmente podrá cambiar el rostro de Chiapas, debido sobre todo, a su falta de visión, energía y compromiso con la entidad; en la que la principal herencia del gobierno se reduce a corrupción e impunidad.

En este momento Chiapas se encuentra en peores condiciones sociales a las que había cuando se dio el levantamiento del EZLN, en el año de 1994. En los últimos 16 años, en la entidad se ejerció un presupuesto superior a los 800 mil millones de pesos sin resultados, porque se careció de proyectos de gobierno, que permitieran cambiar los rumbos de la historia de pobreza y abandono en la entidad y a ciencia cierta se desconoce en dónde se invirtió esa enorme cantidad de recursos que Chiapas recibió desde el año de 1994, con la finalidad de reducir la brecha de desigualdad social.

En la actualidad, la crisis social en Chiapas es severa: 76.4% de la población vive en pobreza y pobreza extrema; tiene el primer lugar en el país en muerte materno infantil; el primer lugar en infección del SIDA; el 84% de sus niños y adolescentes viven en pobreza; la economía de la entidad no sólo no tuvo crecimiento sino que tiene una tendencia negativa; se cayó la producción del café por la contaminación de la roya, que representó durante décadas el principal artículo de exportación y de ingreso a las comunidades; hay una deuda pública de más de 40 mil millones de pesos, lo que hipotecó el futuro de Chiapas; el 20% de la población es analfabeta; ocupa el primer lugar en el país en rezago educativo y así, se pueden seguir enumerando una cantidad preocupante de cifras oficiales negativas, que muestran la verdadera cara de un Chiapas, con gobiernos ineficaces, con una profunda desigualdad económica y que pone al gobernador del Estado con las peores calificaciones de todos los gobernadores en el país.

Las condiciones sociales de la entidad se han agudizado, lo que encendió los focos de alerta del sistema de seguridad nacional, en virtud de que Chiapas representa uno de los riesgos mayores para la seguridad del país. Y paradójicamente, el presupuesto que tiene asignado está entre los cinco más altos en las entidades del país, sin que esto haya sido útil para revertir la situación de pobreza y desigualdad en la entidad.

A pesar de las especulaciones, no se puede predecir cuál es el futuro inmediato del gobernador Velasco Coello –sobre si continúa en el gobierno o solicita licencia definitiva-, pero lo que sí se puede afirmar, de acuerdo con indicadores económicos, que Chiapas está a punto de cumplir 18 años de pésimos gobiernos, en donde la entidad ya no se puede continuar con experimentos de gobernantes  improvisados.