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Thu, Apr
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El tiempo se agotó

Editorial
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El actual gobierno está sufriendo una erosión política-social fundamentalmente desde adentro. Sus principales problemas los tiene en su funcionamiento; en la integración y los cambios del gabinete; en su inmadurez e inexperiencia; en la ineficacia de la gran mayoría de los funcionarios del primer y segundo nivel; en la corrupción cada vez más generalizada en todos los niveles del gobierno; en la ausencia de visión de futuro; en su sistemático funcionar con decisiones ilegales; en su propio desprecio al Estado de derecho; en la permisibilidad a la violencia; en sus dificultades en garantizar la seguridad de las personas.

 

El tiempo ya se agotó para este gobierno. Éste prácticamente concluyó en el cuarto año de gobierno sin resultados positivos y sin visos en que pueda cambiar el comportamiento abúlico de su desempeño. Lo delicado de la situación presente y futura de la entidad, es que aún faltan 16 meses de gestión, que de acuerdo a la crisis que se vive en el país, se prevén los días más difíciles del sexenio y en Chiapas se mantiene la indiferencia política y no se han tomado las previsiones necesarias para evitar un mayor daño a las condiciones sociales de la entidad.

Chiapas tiene muchos y diversos problemas sociales, algunos de ellos de larga historia, que se articulan con problemas recientes o de mediano plazo, que no han sido debidamente atendidos, pero con este gobierno creció el caos y de manera reiterada se cierran las carreteras sin que haya una atención de las demandas.  

La mayoría de los conflictos y movilizaciones en la entidad contienen demandas inmediatistas. Este tipo de demandas fenecen en el corto plazo y no logran transformarse en movimientos sociales y no logran modificar aspectos del mundo instituido ni producen reformas significativas que mejoren la vida pública.

Esto reproduce una ausencia en Chiapas de una participación ciudadana reflexiva y crítica y/o de una oposición con mínima congruencia, así como una marcada desconfianza en los grupos sociales hacia alguien que levanta la voz o que realiza cuestionamientos al Estado, ha generado una pobre cultura política y ha propiciado un sectarismo extremo, que dificulta una mejor organización de la protesta social y que ésta se convierta en un movimiento social.

De allí que diariamente hayan muchas acciones de protesta en todo el territorio, pero desafortunadamente se presentan de manera aislada y con pobres resultados.

Frente a esta ola diaria de protestas y conflictos, el gobierno ha asumido una actitud de indiferencia, que termina frustrando y desalentando a la población, en donde se conjuga la ira, la impotencia y finalmente el conformismo generalizado.

Sin duda, los problemas y conflictos en la entidad son mayúsculos, algunos quizá irresolubles, pero el sectarismo y la desconfianza mutua dificultan una cohesión entre ellos. Situación que aunque grave, le permite al gobierno continuar administrando los problemas.

Por ello se percibe que las mayores dificultades del gobierno los tiene dentro de su funcionamiento, en la que no hay un equipo de trabajo y en donde los secretarios y subsecretarios se miran unos a otros con recelo sin saber a ciencia cierta qué es lo que se tiene que hacer y además mantienen como preocupación principal la de ocupar otras posiciones políticas descuidando las responsabilidades por las cuales fueron contratados.

El futuro mediato e inmediato en Chiapas resulta poco halagüeño. Ahora se está pagando la ausencia de previsiones y de proyectos en los últimos cuatro gobiernos, que paradójicamente resultaron los más beneficiosos económicamente, debido al incremento del presupuesto federal por el estallido indígena en 1994 y por la diversificación de partidas federales debido al auge petrolero en los primeros años de este sexenio, en donde Chiapas no sólo no tuvo resultados de mejora sino que perdió la oportunidad de cambiar los rumbos de su historia.