La gira proselitista que realiza en comunidades indígenas zapatistas en Chiapas la aspirante indígena a la presidencia María de Jesús Patricio Martínez, despertó expectativas y su visita en el caracol de Morelia resultó impresionante.
La propuesta del EZLN no es la tomar el poder o ganar las elecciones sino “que su atrevimiento cimbraría el sistema político entero y que tendría ecos de esperanza no en uno, sino en muchos de los Méxicos de abajo… y del mundo.”
El EZLN y el Congreso Nacional Indígena no buscan desbarrancar ninguna candidatura ni confrontarse con ningún partido, simplemente tienen una agenda política de defensa del territorio de los pueblos originarios que no tiene coincidencia con la propuesta del candidato de MORENA, quien adelantándose a los acontecimientos y sin consultar con nadie de los afectados, estableció una postura de viabilidad de la explotación minera en el país, con las empresa canadienses.
Nadie del EZLN-CNI piensa ganar las elecciones, pero tienen muy claro en que es posible hablar con otros pueblos indígenas o no “que igual están sufriendo sin esperanza ni alternativa” y la gira que realiza Marichuy así lo demuestra.
Sin duda, la frase de que no buscan la toma del poder crea una gran confusión. Y más porque el poder se piensa e interpreta desde la concepción occidental, en donde el poder significa dominación y la construcción de redes de dominación, y para el mundo indígena existe una visión distinta, en el que el poder no es una relación de dominación sino el mandar obedeciendo y la autoridad representa a los servidores del pueblo.
Manuel Castells, uno de los teóricos más importantes sobre los movimientos sociales considera que: “El poder se ejerce mediante la coacción (el monopolio de la violencia, legítima o no, por el control del Estado) y la construcción de significados en las mentes a través de mecanismos de manipulación simbólica. Las relaciones de poder están incorporadas en las instituciones de la sociedad, y especialmente en el Estado. Sin embargo, como las sociedades son contradictorias y conflictivas, donde quiera que haya poder hay también contrapoder, que considero como la capacidad de los actores sociales para desafiar al poder incorporado en las instituciones de la sociedad con el objetivo de reclamar la representación de sus propios valores e intereses.”
Aquí vale la pena señalar que el contrapoder es la resistencia de los excluidos a las formas de dominación prevalecientes. En este sentido la frase de los zapatistas “lo que importa es el desafío, la irreverencia, la insumisión, el quiebre total de la imagen del indígena objeto de la limosna y la lástima”, resulta significativa, en virtud de que evidencia el rechazo a la noción del poder occidental, que es dominación o coacción y abre la posibilidad a escenarios de construcción nacional de otro tipo de poder, en lo que lo fundamental es el mandar obedeciendo. Lo que implica de fondo la construcción de una nueva nación y por lo consiguiente de otro régimen político.
Pablo Gentili, uno de los académicos más respetado de América Latina, quien es el Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) escribió: “Los zapatistas presentan la candidatura de una mujer indígena a la presidencia de México. La iniciativa es una gran estrategia de pedagogía política. El zapatismo, como siempre, nos enseña a mirar donde nadie mira, a decir donde nadie dice, a soñar donde nadie sueña y a gritar donde nadie grita.”
La candidatura indígena de Marichuy ha despertado zozobra, sospechosismo y desconfianza en sectores de la izquierda institucional, que no logran entender lo que Pablo Gentili considera como una estrategia de pedagogía política y se quedan en un nivel de análisis superficial, en la que descalifican a la candidatura indígena y la presentan como un instrumento para malograr el posible triunfo de Andrés Manuel López Obrador, como si eso entrañara un beneficio al sector que respalda la candidatura de Marichuy o como si este sector fuera un elector potencial de MORENA, que no lo son.
La tarea de la candidata indígena es obtener en los próximos 120 días más de un millón de firmas de respaldo en 17 entidades -sobre todo, porque el INE puede llegar a anular más del 10% de firmas de apoyo-. Y de acuerdo a la gira que realiza en comunidades chiapanecas, no se duda que de la entidad, Marichuy obtenga aproximadamente el 10% de las firmas que necesita. Lo que la puede perfilar como una candidata a la presidencia con un discurso renovador de esperanza, involucrada en la defensa de los pueblos y sin los vínculos perversos del poder, que hasta ahora han contaminado y distanciado la mejora de la vida pública como propósito central de la gobernanza.
La candidatura de Marichuy no pretende ganar la presidencia de la república, pero si modificar la agenda política del gobierno, en el que los pueblos originarios tengan voz en la definición de su destino y con ello cimbrar los cimientos del régimen político de México.