El gobierno de las ocurrencias y la indiferencia

Editorial
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En Chiapas con un mínimo de responsabilidad y de compromiso para con la entidad, el gobernador Manuel Velasco Coello debió de haber realizado, a la mitad de su sexenio, una rigurosa evaluación del desempeño de su gobierno, con el fin de identificar el cúmulo de errores, ausencias, irregularidades, corrupción, descuidos  y desaciertos cometidos por los distintos funcionarios, que terminaron provocando el crecimiento del malestar y el rechazo de la población en contra del gobernador, del partido verde y de sus familiares.

 

Manuel Velasco Coello es muy afecto a las encuestas, por eso resulta inentendible que no haya tomado las decisiones adecuadas cuando se empezó a dar la caída de la aceptación del gobernante y hoy, los resultados lo sitúan como el peor gobernador de las entidades federativas del país, lo que representa un golpe a su megalomanía, cultivada por sus colaboradores cercanos, que recurrentemente le mienten y le maquilan las malas noticias que suceden en Chiapas y le hacen creer que aún es presidenciable.

¿En qué momento el gobernador empezó a perder aceptación y consenso en ciertos sectores de la población, fundamentalmente de la Ciudad de Tuxtla Gutiérrez?

Su primer error lo cometió el día de su toma de posesión en donde hizo un reconocimiento desproporcionado al exgobernador Juan Sabines Guerrero, en la que evidenció el trato de impunidad que le iba a reverenciar al mayor saqueador de Chiapas. De ese error se desgranaron otros como el de no nombrar en ese instante su gabinete y el de incorporar a familiares como Juan Pablo Orantes Coello, que actuó y continúa actuando como un depredador del presupuesto público y el de permitir que su madre se involucrara en los asuntos del gobierno, a punto tal que en la percepción de la población se empezó a forjar la idea, en que era ella la que realmente  gobernaba la entidad.

El capital político del gobernador se esfumó muchos meses antes de que concluyera su gobierno; es más, se empezó a esfumar el mismo día de la toma de posesión, en la que Velasco Coello mostró inmadurez y falta de talento para gobernar, lo que terminó constituyendo un gobierno de los peores,  en el que no supo entender, que los tiempos de la campaña habían concluido y después del triunfo había que dedicarse a constituir un gobierno, pero rápido Manuel Velasco demostró que no estaba preparado para gobernar el Estado y resultó más práctico asumir una conducta de indiferencia.

En el primer año de gobierno los gastos en publicidad fueron ofensivos en medio de un discurso que convocaba a la austeridad, pero que al  mismo tiempo denotaba un despilfarro de recursos públicos. La imagen del gobernador se sobreexpuso y terminó saturando el espectro visual de la población, que se tradujo en el rechazo hacia el gobernante.

Chiapas vive hoy día una crisis política, social y financiera y sin embargo no se conoce que este gobierno esté tomando las previsiones necesarias para contrarrestar los efectos negativos no solo de la crisis sino también de las tareas de la reconstrucción  y peor aún, manifiesta una indiferencia exacerbada, que deja claro que para los funcionarios el gobernar es una actividad irrelevante.  

Chiapas no le importara en realidad a Manuel Velasco Coello, de ser así, ya hubiera cambiado a su gabinete y hubiera buscado enviar claros mensajes de renovación y esperanza. Pero los días transcurren inexorablemente sin que haga nada y dejando que la crisis se agudice con la vaga creencia de que el tiempo resolverá por si sólo los problemas de Chiapas.

En realidad el desempeño hasta ahora del gobierno ha sido negativo: incrementó la pobreza de la población a pesar de los recursos millonarios destinados en política social por el gobierno federal y además debe mejorar la eficacia gubernamental con el fin de mejorar las condiciones de gobernabilidad, asunto que ha sido descuidado por la secretaría de gobierno y por la mayoría de los funcionarios del gobierno.