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Fallecen cinco trabajadores por colapso de andamio en Hidalgo

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A Israel –su hijo de 24 años– don Francisco Guerrero Romero lo alcanzó a ver cuando estaba prensado entre concreto y varillas, después de que colapsara un andamio de 25 metros en la obra del tramo Real del Monte-Huasca, carretera Pachuca-Huejutla, en el Viaducto Vicente Guerrero.

En ese momento estaba vivo y lo escuchó implorar que lo rescataran.

Habían pasado 20 minutos del siniestro en El Aviadero, cerca de la entrada de Omitlán, e Israel, afirma, era el único que gritaba por ayuda, mientras las demás víctimas habían quedado sepultadas en los escombros, cubiertos por un cemento que empezaba a secar.

Cuando lograron sacarlo, dos horas después, don Francisco relata que se dio cuenta que el joven tenía los ojos completamente abiertos, pero estaba inmóvil. Entonces supo que había fallecido.

De oficio albañil como su hijo, Guerrero Romero demanda a las autoridades una investigación que determine responsabilidades, y advierte que mientras depositaban el cemento para el colado que se vino abajo, trabajadores advirtieron que la cimbra crujía, pero la indicación fue que continuaran depositando la mezcla, que, además de ocasionar el desplome, hundió a las personas que cayeron desde el andamio. Israel era el que sostenía la punta de la manguera por la que se bombeaba la mezcla para la construcción.

Las personas que lo acompañan a la velación, incluidos trabajadores de obra, narran que como el resto que quedaron aprisionados fueron sepultados en cemento y éste secó, los cuerpos adentro estaban como “encapsulados”, por el conglomerante que se hizo piedra. Por eso, para sacarlos, las últimas maniobras este domingo con Protección Civil, la empresa Vise y corporaciones municipales de los municipios aledaños fue romper ese concreto con demoledoras, “ya con el riesgo de fracturar” los restos, porque –confirmaron fuentes de seguridad consultadas que pidieron la reserva–, por el tiempo transcurrido tenían la certeza que estaban muertos, ya que, indicaron, no podrían sobrevivir al peso del concreto y luego los cuerpos también haciéndose piedra.

“Llegué como a los 20 minutos de que pasó eso, pero no lo dejan a uno ahí acercarse. (Los gritos) yo los oí, sí, y todos los que estaban ahí: (mi hijo) pedía auxilio, que lo sacáramos de ahí; ‘ayuda, ayuda’, gritaba”.

El relato es de don Francisco desde su casa en la comunidad rural El Perico, en Omitlán, donde se vela el cuerpo. La autopsia indicó que la muerte fue a consecuencia de asfixia por obstrucción en el tórax, derivado del peso de la estructura colapsada.

Mientras, en el mismo instante que ocurre esta entrevista, a 25 kilómetros, en Pachuca, el director general del centro Hidalgo de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT), Ernesto Jáuregui Asomoza, califica el hecho como “fortuito” y confirma el deceso de cinco de ocho trabajadores que se encontraban en el andamio.

Dice el funcionario: “lo primero que quiero aclarar es que este accidente no es en sí una falla de alguna estructura o del puente. Es un proceso constructivo (…) que implica su dificultad en el hecho de que se realiza a una altura (…) hay otros trabajos similares que se han estado realizado desde que inició esta obra, en enero, pero hoy nos enfrentamos a este lamentable incidente”. 

En Omitlán, don Francisco recuerda que sólo Israel se escuchaba, porque los demás estaban sepultados en los escombros, “en el mero montón” –dice– de concreto, varillas y la grava que se estaba secando.

“Él cayó en una orilla. Haga de cuenta que de la punta de ahí (señala el espacio de tierra donde se sitúa su silla de plástico, atrás las coronas fúnebres que habían comenzado a llegar), y él estaba por allá (y extiende de nuevo la mano para ejemplificar unos tres metros, que era la distancia que los separaba, donde, narra, fue bloqueado por el Ejército, que estaba a cargo junto con la Guardia Nacional). Los demás estaban allá (donde se concentraba todo el material caído). Ellos inmediatamente murieron”, afirma.

El siniestro, refiere, fue cerca de la 1:30 del sábado. “De aquí a que movieron los escombros (para sacar a Israel) dieron como 3:00, 3:30. El cuerpo nos lo dieron más o menos como a las cinco de la mañana, cerca de las seis de este domingo”, añade.

Hasta la tarde de este día, ya en velación –el sepelio será este lunes– asegura que no habían recibido ninguna información por parte de las autoridades federales –la obra está a cargo de la SIC– ni de Hidalgo, tampoco de la empresa responsable de la obra, Vise, con sede en León, Guanajuato.

Por lo tanto, su demanda es “que se investiguen realmente las cosas como son (…) que se proceda penalmente a los responsables, que se les castigue. Debe de haber responsables porque no es posible que se llegue a caer, porque es una empresa de construcción que debe de tener toda la forma de trabajo… tiene supervisores y todo, pero (dicen) que no saben qué falló”.

En conferencia de prensa, Jáuregui Asomoza informó que cuatro personas fallecidas eran de Michoacán. El quinto, que es Israel, de Omitlán de Juárez, poblado en el corredor de la montaña.

Para los trabajos, subían el cemento con bomba. Abajo, la máquina impulsaba el crudo que ascendía por una manguera. Israel era la persona encargada de sostener la punta que soltaba la mezcla, que dirigía al sitio donde le indicaban.

“Estaban arriba no sólo él, sino varios: los que tenían los vibrios, a lo mejor el maestro (de obra), algún supervisar o un ingeniero”, comenta don Francisco, pero luego corrige: “a lo mejor sólo a ellos (los trabajadores) los subieron; los demás estaban abajo”.     

Él, como su hijo, trabajaba en la concretera Conaco, con sede en Acolman, Estado de México, que surtía el cemento a la empresa Vise.

“Estábamos trabajando. Se iba a colar un cabezal de la carretera. Empezamos, echamos como 20 ollas y algunos compañeros decían que ya estaba tronando la cimbra, o la madera que ponen (…) Ellos igual dicen que les dijeron que ya no podían seguir trabajando porque estaba tronando el andamio, no sé qué, la madera, pero que según la ingeniera de Vise dijo que siguieran metiéndole con el vibrador, y siguieron.

“Echamos dos ollas más y el señor que estaba echando ahí el concreto, mi compañero, me avisa que ya no echara cemento, porque se había derrumbado el cabezal.

“A mí no me dijeron nada porque sabían que ahí estaba mi hijo. Pero echaron a correr todos allá (donde había colapsado) y no me dijeron nada. Yo me quedé pensando ‘quién sabe qué pasaría’, y por ahí pregunté y me dijeron: ‘no, se cayó el cabezal y se quedaron atrapadas varias personas’.

“Yo me salí con un carrito que tengo, un Chevy, y, cuando llegué, a mi hijo lo veía yo gritar como de aquí a allí –y señala a escasos tres metros– que lo sacaran, y era muy difícil, porque, se imaginan las varillas, para moverlas…

“Luego pusieron dos grúas, empezaron a sacar con gente y todo eso, pero cuando lo sacamos, yo vi que él ya había muerto, porque tenía los ojos abiertos y veía que ya estaba así (y hace la mueca de un cuerpo inerte). Gritaba yo, porque falleció, (porque) había muerto”.

El reporte médico está firmado en hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Pachuca, donde fue trasladado en ambulancia; no obstante, la familia cree que desde que sacaron a Israel de los escombros ya no vivía.

“Nos los llevamos en una ambulancia y en el camino le decía yo a la señorita (paramédico): ‘oiga, ¿tiene signos (vitales)?’, y decía: ‘es muy difícil, porque como está muy malo, ya no marca nada’. Entonces llegamos allá y lo pasaron al quirófano, pero ya había fallecido, ya había muerto”.

Cada olla, indica, tiene unos ocho metros cúbicos de cemento. Fueron más de 20, remarca, y todo ese peso cayó sobre las víctimas.

“El cemento uno lo tira y no sabe qué vaya a pasar, porque ellos (Vice) ya están seguros que ya (está preparada la estructura), porque hay supervisores y todo, que dan la orden que ya está listo”, insiste.

Israel tenía un año laborando, se dedicaba por completo a la albañilería. No tenía un seguro de vida, sólo de asistencia médica. Don Francisco afirma que de la gente de Omitlán casi nadie labora en esa obra, ya que les han dicho que la constructora trae personal de Guanajuato, Michoacán y el Estado de México que ya están contratadas. Sin embargo, menciona que por la falta de oportunidades de trabajo su hijo se acercó ahí.

La versión oficial refiere que durante el colado de concreto de un ala se encontraban ocho empleados en la corona de la pila, de más de 15 metros. Cuando llevaban un avance del 80 por ciento, el colado colapsó, vaciando alrededor de 40 metros cúbicos –lo que reconocen quedó sobre las víctimas– de más de cien toneladas de concreto.

Además de los cinco decesos confirmados –un cuerpo, al cierre de esta nota, aún era buscado, mientras que los cuatro restantes ya habían sido recuperados–, tres personas resultaron lesionadas: una, indicó el mando de CIST, ya fue dada de alta, mientras que los otros dos siguen hospitalizados.

La zona del siniestro es resguardada por Guardia Nacional y Ejército. Trabajadores de Vise restringieron el acceso y, para ello, requirieron el apoyo de seguridad en el perímetro, mientras se rompía el concreto con máquina para el rescate de los cuerpos este día.

“No se debe de quedar así –exigió don Francisco Guerrero–, para que ya no sigan esas cosas, porque la que lo paga es la gente; la gente que necesita el trabajo y se mete a trabajar, sin saber”.