Las dificultades del nuevo gobierno

Editorial
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El gobierno de Manuel Velasco Coello, desde el primer día en su toma de posesión demostró su desinterés en la toma de decisiones, en la que bien a bien nunca se supo quien era el que mandaba – pero el rumor popular señalaba que era su madre y luego adquirió mucho poder el que fue su chofer y se convirtió en su principal confidente a punto de que intentó hacerlo diputado federal -.

A partir de la calidad de los  asesores este gobierno se caracterizó por sus decisiones cada vez más desacertadas, que terminaron convirtiendo la gobernanza de la entidad en un polvorín, y por la descomposición social que hay en todo el territorio, se prevén riesgos de conflicto para el nuevo gobierno, en donde más del 60 % de los municipios de la entidad se encuentra impugnados en el tribunal electoral.

La crisis que hay en este momento en Chiapas se deben fundamentalmente a la falta de oficio que hay en el palacio de gobierno y a la inacción política en la entidad, en el que el gobernador no se ocupa de los asuntos públicos y el secretario de gobierno cree que con boletines y reuniones de coordinación se gobierna. A esto hay que agregarle la ausencia de programas de gobierno que den rumbo y certidumbre.

En Chiapas se descuido la eficacia y eficiencia en la atención de las demandas de la población, por eso no hay resultados de gobierno. Lo grave, es que los más de 450 mil millones de pesos de presupuesto ejercido en la entidad en los seis años no se perciben en ningún lado, producto de la corrupción y el despilfarro de recursos que caracterizan la administración de Velasco Coello.

Se ha señalado en reiteradas ocasiones que la única preocupación del gobernador fue la de ganar las elecciones. Y sus deseos se cumplieron: ganó la elección presidencial y ganó la gubernatura, pero esos triunfos no le quitan el desprestigio como gobernante ni el malestar de la población que afirma que Manuel Velasco ha sido el peor gobernador de Chiapas, ni lo salva del juicio popular, que conforme transcurra el nuevo gobierno van a surgir las exigencias de llamarlo a cuentas, aunque esté como senador de la república.

A cuatro meses de que concluya este gobierno, en el que va a existir un interinato, se dejan traslucir simbolismos políticos que pueden resultar de altos costos sociales, como el desánimo que hay para gobernar, en donde la actividad del gobierno se volvió irrelevante para los funcionarios, que continúan en la rapiña. La tradición de la política a la mexicana indica que lo que parece es; y  en Chiapas parece que el gobernante ya no quiere continuar en el cargo y que le incomodan las noticias de los problemas que a diario se multiplican por todo el territorio, por eso buscó la senaduría, para no entregar cuentas a la sociedad chiapaneca, pero también para garantizar el mecanismo de protección frente a la terrible corrupción que caracterizó a su gobierno. Esto genera una situación de caos en varios puntos de la geografía chiapaneca, en la que nadie en el gobierno muestra un interés por sacar el barco a flote y existen serias dudas de que Rutilio Escandón, el gobernador electo lo pueda realizar, pues él mismo tiene muchos lastres que terminarán haciendo que el barco se hunda.

El nuevo gobierno tiene que entender que el propósito de la actividad política es la de crear una sociedad en donde se reproduzca la libertad, la convivencia democrática, los derechos humanos, el respeto a la diferencia, los anhelos por la paz, el respeto al medio ambiente y una lucha permanente por la construcción de mejores estándares de vida para la población y la mejora de la vida pública. Si esto no lo entiende el próximo gobernante y no busque  instrumentar un gobierno bajo estos principios, entonces los problemas de gobernabilidad se van a multiplicar en la entidad