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Desastre natural o desastre de gobierno

Editorial
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La corrupción que hay en el gobierno de Chiapas salta a la vista. El enriquecimiento en estos últimos años de muchos funcionarios resulta fácil de demostrar, pues sin recato alguno suelen presumir el cambio de vida que han tenido gracias al gobierno.

 

Esta corrupción institucional ha sido tolerada por el gobernador de la entidad, a grado tal que otorgó pasaporte de impunidad a los funcionarios del gobierno sabinista, que perfeccionaron las formas del enriquecimiento ilícito y en el que los actuales funcionarios demostraron ser unos extraordinarios alumnos, en el que construyeron de la nada capitales sólidos que les asegura un bienestar inimaginable a través del desempeño honesto en la administración pública.

Esta situación no puede dejarse de lado en las condiciones de desastre que vive Chiapas, en virtud de que el desastre más dañino para nuestra sociedad emana directamente del gobierno y de sus deshonestos funcionarios, que han hecho de las obras un negocio perverso que ahora resulta claro, pone en riesgo la vida de la población; sobre todo porque muchos edificios, puentes y caminos, que fueron construidos recientemente, sufrieron daños estructurales por el sismo.

Bajo estas circunstancias vale la pena hacerse tres preguntas. ¿Se puede confiar en la calidad moral de los funcionarios chiapanecos para que ellos asuman la responsabilidad de las tareas de reconstrucción de los daños ocasionados por los sismos? ¿Se puede esperar buenos resultados de la reconstrucción con funcionarios del gobierno que ya han demostrado fehacientemente sus niveles de incompetencia y corrupción? ¿Cuáles son los niveles de complicidad entre el gobernador y los funcionarios, que a pesar de la corrupción galopante no los despide y cuando los remueve les otorga posiciones mejores?

La reconstrucción de Chiapas implica también la reconstrucción de sus relaciones políticas, del ejercicio del poder y la construcción de nuevos liderazgos sociales. Chiapas ya no puede ser gobernada por esa caterva de jóvenes políticos irresponsables y corruptos, que nunca entendieron la trascendencia ni el significado de gobernar, y que todavía pretenden continuar en los cargos con la posibilidad de una reelección generacional.

La desconfianza al gobierno de Manuel Velasco no sólo es de un amplio sector de chiapanecos sino también del primer círculo del poder en el país. Por eso la presencia de la mitad del gabinete federal, quienes han venido a hacerse cargo de la evaluación de daños y del proceso de reconstrucción.

No obstante esa señal, el gobernador se empecina en colocar a sus colaboradores como enlaces, atropellando cualquier señal de mesura y de inteligencia, por el desprestigio y los intereses que rodean a éstos, en el que sobresalen funcionarios estatales que cargan un profundo desprestigio como son los secretarios de salud, el de pesca, el de obras, el del transporte y el del trabajo.  

El gobierno de Velasco Coello nunca ha tenido rumbo. Pero además carga con el señalamiento de que no ha cumplido con los compromisos contraídos en anteriores desastres naturales que se han presentado en Chiapas durante su gobierno.  Por eso existe una crisis de credibilidad y de incertidumbre entre la población; situación que no pasa desapercibida en la presidencia de la república, lo que explica la presencia de los funcionarios federales en la entidad, con voz de mando, con capacidad de decisión y con conductas de desprecio, como la mostrada por el secretario de educación Aurelio Nuño, que en la gira realizada en escuelas ignoró de manera reiterada la presencia del gobernador.