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El aumento de la violencia

Editorial
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En Chiapas los últimos gobernadores se caracterizaron por construir un mundo irreal de la situación de la entidad. En el actual gobierno se ha publicitado que Chiapas es una entidad segura; las autoridades no dudan al afirmar que se encuentra entre las entidades más seguras del país. Esa propaganda y los informes que se envían al Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública no corresponden con la percepción y la demanda de muchos ciudadanos; sobre todo porque en las principales ciudades de la entidad se tiene conocimiento de ejecuciones que se han presentado en los últimos meses, y algunos de ellos, denotan la presencia de sicarios en el estado, como sucede en Frontera Comalapa, en Tuxtla, Tapachula, San Cristóbal, Comitán y Palenque.

Por eso resulta contradictorio el discurso de que en Chiapas no existen los niveles de violencia ocasionada por los enfrentamientos entre grupos delincuenciales, como se presentan en otros estados de la república. Esta apreciación es imprecisa, porque en San Cristóbal y Frontera Comalapa ya se percibe este ambiente de violencia y de amenaza de los grupos delincuenciales. Además, en las ciudades importantes de Chiapas se puede comprar  con gran facilidad en las calles grapas de drogas, lo que denota la impunidad con la que se mueve el narcomenudeo en la localidad. Pero además, no se puede obviar que Chiapas continúa siendo un paso del tráfico internacional de droga, de tráfico de personas, de trata y cada vez más se siente la presencia de la delincuencia organizada tanto en los municipios fronterizos como en las principales ciudades del Estado.

El activismo de la delincuencia organizada no es reciente en la entidad, tiene varias décadas pero existía un pacto para que la plaza no se incendiara por ser área de trasiego y todos los grupos mantenían el interés del orden para poder transportar la mercancía, por eso durante años no se vivieron los enfrentamientos como sucede en otras entidades. En este sentido la paz aparente que se tradujo en seguridad nunca fue producto de la eficacia de los cuerpos policiales ni por el trabajo de la procuraduría sino a la hegemonía de un grupo de la delincuencia organizada, que cuidaba la plaza e impedía el desorden o la guerra  entre los grupos.

Sin duda Chiapas mantiene mejores índices de seguridad que otras entidades de la república, pero esto está en proceso de ruptura simple y sencillamente porque el gobierno de Rutilio Escandón no ha sabido mantener el pacto entre los grupos y la plaza empieza a vivir enfrentamientos y masacres callejeras, como nunca se había visto.

Las dos entradas fronterizas, de Tapachula y la mesilla, viven niveles de violencia que debieran de alarmar al Estado y tomar medidas adecuadas y eficaces, porque está rota la paz y los enfrentamientos entre los grupos son cada vez  más abiertos y peligrosos.  Pero esta situación de alarma no parece importar al gobierno estatal ni al gobierno federal, que han permitido el crecimiento de la delincuencia en los municipios y con ello el ahorcamiento de los gobiernos municipales, como sucede en estos momentos en las ciudades de San Cristóbal de Las Casas y Frontera Comalapa.