La calidad de la democracia en Chiapas es de una pobreza extrema. El mayor fracaso de cualquier intento de un proyecto democrático en la entidad, se encuentra en la estructura tradicional que prevalece en todos los ámbitos de la vida en la entidad y se fortalece por la ausencia de una cultura política en el grueso de la población, que limita la construcción de nuevas ciudadanías y con ello las prácticas de ciudadanías; situación que posibilita que el Estado restrinja de modo abierto o sutil, el ejercicio efectivo de los derechos políticos, sociales y culturales.
Se dice que para que haya democracia debe haber una población que practique la cultura democrática. En este sentido los procesos electorales en México y particularmente en Chiapas, no son ejercicios ciudadanos y menos son la expresión de la democracia. Los procesos electorales, federales y locales que se están viviendo, no se dan en un ejercicio libre del voto, en virtud de que el sufragio de la población con mayor pobreza y marginalidad en las zonas rurales y los cinturones de miseria en las ciudades, se compra a través de diferentes mecanismos, ya sea en efectivo o por especie o por la cooptación de los programas sociales del gobierno.
Esto conduce a la construcción de mayorías a través del voto del hambre y no por el voto reflexivo. Este fenómeno se ha institucionalizado, lo que se prevé que se reproduzca nuevamente en las elecciones del 1 de julio, en la que de manera concurrente, se elegirán diputados locales, los ayuntamientos municipales, diputados federales, Senadores, gobernador y presidente de la república.
El deterioro de las prácticas políticas provoca entre los candidatos y los partidos una movilidad política exagerada y se constituyen alianzas o coaliciones en el que la derecha aparece aliada a partidos supuestamente de izquierda, lo que evidencia que ya no existen principios ni ideologías, sólo intereses personales, lo que implica una ausencia plena de una cultura democrática, no sólo entre la población sino fundamentalmente de los activistas en los partidos.
La democracia no se limita solo al ejercicio del voto ni al proceso de selección sobre cómo y quién es el que va a tomar las decisiones a nombre de todos. El proyecto de la democracia es más una forma de vida que regula las prácticas de la actividad humana y no sólo un conjunto de normas y procedimientos electorales. De allí la diferencia clara que existe entre un proyecto de democracia de procedimiento –como es la democracia liberal-, con una democracia de régimen, que vendría siendo un democracia social y participativa.
Chiapas vive tres problemas históricos que solo se podrán resolver con el establecimiento de un proyecto democrático. El primero, una carencia de justicia; el segundo, una violación recurrente de derechos humanos, y, la tercera, una ausencia de desarrollo económico que reproduce la pobreza y que dificulta la proporción de los derechos básicos.
Estos problemas no se van a resolver en el corto plazo, y menos si no existen las bases para el establecimiento de programas alternativos de gobierno, que posibilite la construcción una autonomía y división de los poderes, sobre todo el de la impartición de justicia; la implementación de un programa de desarrollo a través del diseño de un presupuesto participativo; el establecimiento de una visión de un Estado socialmente responsable, que preserve y mejore el medio ambiente; el impulso de políticas que reduzcan la desigualdad social y fortalezcan la vida democrática; el fortalecimiento de la autonomía municipal; y, un programa de promoción, respeto y garantía a los derechos humanos.
Estas preocupaciones han estado ausentes en el gobierno de Manuel Velasco Coello, quien tiene intervenido el proceso electoral y que apuntala al triunfo de la gubernatura a Rutilio Escandón Cadenas o a Fernando Castellanos Cal y Mayor, lo que significa, que de ganar alguno de ellos, no existe posibilidad de cambio ni de mejora para Chiapas.
