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La peor crisis con el peor gobierno

Editorial
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La situación social de Chiapas presenta síntomas de alarma: es la entidad con menos crecimiento económico en el país; por décadas ha venido padeciendo problemas de gobernabilidad; tiene una alta deuda pública, que ocasiona el pago de 6 millones de pesos diarios; tiene un nulo crecimiento del empleo; está en riesgo la soberanía alimentaria por la baja producción de granos; hay una crisis por la inseguridad; se padece un ineficaz ejercicio de gasto público; existen graves deficiencias en la impartición de justicia y se tienen los índices de pobreza más alto del país, en donde el 78% de la población vive en la pobreza y la pobreza extrema.

Lo incomprensible es que pese a la gravedad de cada uno de estas problemáticas, no parecen tener importancia para el gobernador y sus funcionarios, que mantienen la misma indiferencia y frivolidad que los gobiernos anteriores y construyen un  discurso ficción en el que repiten que todo está bien, mientras caminan con los ojos cerrados hacia el precipicio, por la falta de proyectos de desarrollo y la corrupción prevaleciente.

En Chiapas mantener un discurso de austeridad representa una verdadera irresponsabilidad en virtud de que la principal fuente de circulante de capital es la inversión pública y ésta no existe en la entidad, a pesar de que en el ejercicio presupuestal del 2019 se gastaron más de 91 mil millones de pesos, sin que haya una obra de infraestructura relevante que justifique el exagerado presupuesto asignado en ese año fiscal al Estado y para el 2020 se presupuestaron más de 95 mil millones de pesos, en el que se arrastra un subejercicio presupuestal por la parálisis de la economía ocasionada por la pandemia del coronavirus.

Para males mayores hay que señalar que las principales licitaciones han sido asignadas a empresas que no son chiapanecas, como bien puede ser el de los desayunos escolares, con un poco más de un millón de desayunos diarios, cuya dotación la administra una empresa de Puebla, que no adquiere productos locales, lo que afecta considerablemente a la economía de la localidad, alimentos que se transportan a los municipios, sin que muchos de estos alimentos llegue a los beneficiarios del programa, pues desde hace cuatro meses no hay clases debido a la emergencia sanitaria. Lo paradójico es que con frecuencia el director del DIF sale anunciando que con los ahorros del gobierno se están comprado despensas, cuando el DIF tiene asignado para este año un presupuesto superior a los mil 200 millones de pesos.

El panorama del campo en la entidad también es catastrófico, los apoyos federales se distribuyeron en febrero, antes de la emergencia sanitaria y las condiciones ocasionó que esos apoyos se emplearan para otras necesidades, y ahora que se necesitan recursos para sembrar y fertilizar el maíz ya no hay. La mala planeación en la asignación de los recursos puede provocar para el siguiente año, que es año electoral, una crisis alimentaria en miles de localidades en la entidad.

Esta crisis sanitaria, acompañada por un crisis mundial del capitalismo, pegó en Chiapas en un momento en que la administración de la entidad está integrado por el peor gabinete de la historia, que ha demostrado con creces el nivel de incompetencia de los funcionarios, lo que hace evidente la ausencia del gobierno y en algunas regiones la ausencia del Estado.