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La tragedia del metro en la Ciudad de México

Editorial
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El derrumbe en la Línea 12 del metro sobre la Avenida Tláhuac, está convirtiendo esta tragedia humana en un campo de disputa político-electoral, que profundiza la polaridad que existe en la lucha por el control de la mayoría de la Cámara de Diputados y que está fortaleciendo una cultura del odio que va a terminar afectando la convivencia. Por eso, el dolor por la pérdida de vidas, más que convertirse en una bandera para el linchamiento político debiera de permitir la reflexión y la reorientación de la política misma.

El gobierno de AMLO hizo del discurso de la austeridad su principal política pública. Lo cierto es que la austeridad es un principio neoliberal que poco o nada tiene que ver con los discursos y gobiernos de izquierda, que paradójicamente se abrogan como suyo un grueso de los seguidores de este gobierno. La austeridad no es más que la restricción del gasto público, y eso afecta directamente al gasto de operación de la administración pública, del que forma parte el presupuesto de mantenimiento de las instalaciones y carreteras. Por ello, la disminución del gasto del mantenimiento a las líneas del metro de la Ciudad de México, se convirtió ya en un discurso político, que más que buscar culpables lo que se debe de conocer es la verdad y ésta sólo puede conocerse a través de una investigación adecuada, eficaz y transparente.

Sin embargo, hay que aclarar, que el gobierno de AMLO no es un gobierno austero, aún y cuando redujo salarios, reestructuró dependencias y miles de trabajadores de la administración pública fueron despedidos, eso no significó la reducción del gasto público del gobierno, mismo que ha crecido año con año. Lo que en realidad produjo ese discurso de la austeridad fue una concentración de los recursos públicos, que fueron destinados hacia tres grandes programas del gobierno de la 4t: hacia las políticas sociales, que mantiene la cultura de la dádiva, hacia la construcción de cuatro megaproyectos, (el aeropuerto de Santa Lucía, la construcción de la refinería de Dos Bocas, el tren transístmico y el tren maya), que continúan realizándose a pesar de que existen nuevas prioridades en el país, y la creación y financiamiento de la Guardia Nacional, compuesta por más de 50 mil elementos, que multiplicó el presupuesto en seguridad y en las fuerzas armadas.

En este sentido, el presupuesto austero está presente en todas las dependencias públicas pero no así en los tres grandes programas prioritarios del presidente, en donde existe un derroche y claros visos de corrupción.  Sobre las políticas sociales, el principio se basa en regalar dinero y con ello convertir un voto cautivo a favor del partido y los candidatos del presidente, al respecto, hay informes de la Auditoría Superior de la Federación sobre la ausencia de reglas de funcionamiento de estos programas y sobre deficiencias, falta de control y desvíos del presupuesto. Lo mismo sucede con los cuatro megaproyectos del presidente, que se hicieron sin estudios de impacto social y ambiental, en el que se asignan de manera directa contratos y en donde se deja en manos del ejército tareas ajenas al papel que representan, lo que militariza algunas actividades que corresponde a la esfera pública y a la esfera privada. Sobre la Guardia Nacional existen observaciones de rechazo de los más importantes organismos internacionales defensores de derechos humanos y en donde las estadísticas de macrocriminalidad en el país demuestran que la violencia se acrecienta aún y con la Guardia Nacional, pero este organismo le cuesta al país más de cien mil millones de pesos anuales, sin que hayan los resultados esperados.

La tragedia del metro en la Ciudad de México está siendo utilizada para cambiar la intención del voto, pero el problema de México no es quien gana la mayoría en la cámara sino qué es lo que se tiene que hacer con los fines de la política para mejorar el bienestar de la población con gobernabilidad democrática.