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Los cambios necesarios

Editorial
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La democracia en México es de una pobre calidad, debido en mucho a que existen partidos políticos con una gran pobreza, que no son capaces de construir ciudadanía y muchos de estos partidos no compiten políticamente sino que buscan alianza para mantener el registro. En el país la meritocracia no existe, por lo que poco importa si los políticos y los gobernantes tienen talento o si son idóneos para desempeñar el cargo.

En el Congreso de la Unión pocos son los representantes populares que tienen ideas propias y que sobresalen por su inteligencia; la mayoría de los diputados y senadores brillan por su mediocridad e ignorancia. Por eso mismo la profesión con mayor desprestigio en el país es la de los políticos y en concreto la de los diputados.

Con una pobre representación popular, llámese Morena o PRI o PAN o Movimiento Ciudadano, el debate político está ausente en el Congreso y se ejerce el mayoriteo de votos sin reflexión ni análisis, como era en los tiempos del PRI. Por eso el Poder Legislativo no ejerce contrapesos y está imposibilitado para influir en la construcción de gobierno o de reencauzar las políticas que pongan como preocupación central el interés público.

Aún y con la pobreza de diputados y senadores, en legislaturas pasadas sobresalieron en el debate representantes chiapanecos, que daban luz en el debate: por el grupo de la izquierda sobresalieron Eraclio Zepeda y Jorge Moscoso Pedrero; por el PAN es indiscutible la calidad de tribuno de Juan José Rodríguez Prats; por el PRI, la lista es larga, pero de los últimos años sobresalieron como tribunos Patrocinio González Garrido, Cuauhtémoc López Sánchez y César Augusto Santiago, a quienes se les puede cuestionar de muchas cosas pero no de falta de inteligencia.

En las últimas legislaturas la representación chiapaneca ha sido vergonzante por su carencia de talento. Sin embargo ésta que inició el pasado 1 de septiembre, está predestinada  a ser la peor representación chiapaneca.

La sola postulación de personajes como Ismael Brito, Jorge Luis Llaven Abarca  o los impostores indígenas Roberto Rubio o Manuela Obrador, son una muestra de la decadencia política y el desprecio con que se está gobernando a los chiapanecos. A quien se les imponen representantes que no representan nada, profundizando con ello la brecha entre los ciudadanos y el ejercicio del poder.

El actual gobernador no está identificando el riesgo que representa para la seguridad nacional el malestar social que existe en Chiapas. La violencia y los conflictos están presentes en todo el territorio chiapaneco y no existe una debida atención a estos problemas. Esto va a generar que desde el gobierno federal se impulsen cambios en el gabinete, pero es  bastante incierto que los niveles de violencia vayan a disminuir solo con estos cambios, sobre todo porque resulta claro que lo que no funciona es la cabeza.